Te voy a contar una historia: 

septiembre 9, 2024

El 9 de Septiembre es el día más común para estar de cumpleaños, por lo tanto no es raro que en esa misma fecha hayan nacido grandes artistas como Tolstoi, Hugh Grant y Adam Sandler. Para un snob de la literatura, esta relación podría ser irrisoria, pero quienes tienen menos reglas mentales podrán apreciar cuando tres genios de distintas épocas (más o menos, ya que Sandler y Grant son de la misma) y distintas disciplinas se juntan en este tipo de casualidades. La verdad es que los tres son maestros de las historias: Tolstoi con las letras, Sandler con las películas y Hugh Grant con sus expresiones, sus cejas torcidas y su boca semisonriente.  

No es difícil encontrar por todo internet que una de las habilidades estrellas del 2024, tanto en marketing como en el mundo laboral en general, es la capacidad de contar historias, o storytelling. Incluso hay gente que lo pone en su currículum como una descripción de su profesión: soy un storyteller. Pero ¿qué es ser un contador de historias? Un contador de historias es alguien que puede, con recursos, datos e información limitada, echar andar una delicada maquinaria de imaginación ilimitada, con la finalidad de atraer a una audiencia, ya sea para simple entretención o para persuadirla. Los Mad Men de los inicios de la publicidad entendieron muy bien el poder persuasivo de las historias para vender productos, y lo aplicaron de manera literal en diarios y revistas. Basta ver revistas antiguas para encontrarnos con verdaderas narraciones literarias resaltando los valores de tomar cafiaspirina.  

Pero volvamos al trío de storytellers del comienzo: Tolstoi, Sandler y Grant. Independiente de las diferencias evidentes entre sus épocas, comparten la misma pasión por contar historias humanas: hablan del sufrimiento, del amor, de los celos y de lo que significa estar vivo al lado de otras personas con las que entablamos relaciones complejas. Las historias siempre hablan de cómo nos relacionamos con el entorno y con el prójimo, porque de eso se trata la vida. Es muy difícil contar una historia fascinante sin hablar de una persona, porque como humanos, necesitamos el reflejo de nosotros mismos, la identificación, para poder engancharnos e interesarnos. Aristóteles llamaba catarsis a la experiencia que tiene el espectador de sentir lo que el actor está representando, pero de una manera sublimada, simulada, mimética. No sentimos el dolor de que nos arranquen los ojos cuando leemos el final de Edipo, pero sí lo compadecemos y de paso, nos identificamos con su herida.  

En los primeros años de la televisión, ciertos magnates y productores que recién dominaban la pantalla se preguntaban cómo podían utilizar este nuevo medio de la manera más efectiva y masiva posible. Un ejecutivo de la NBC, Reuven Frank, distribuyó un texto entre los trabajadores y altos mandos del canal que argumentaba que el periodismo y la televisión debían tener una narrativa, y que “toda noticia, sin sacrificar la probidad o la responsabilidad, debe mostrar atributos de la ficción. Debe tener estructura y conflicto, problema y desenlace, acción ascendente y descendente, un comienzo, un desarrollo y un final.» Los ejecutivos de los años 50 estaban descubriendo algo clave sobre la televisión: el interés por lo humano, los problemas del día a día que se centraban en personas, historias y emociones, eran populares.  

Desde los griegos, pasando por los juglares medievales y luego por los intentos del renacimiento de recobrar las historias antiguas y resignificarlas, hasta la modernidad -que ha tratado de deconstruir esas historias (para contar otras)-, hemos estado íntimamente unidos a los relatos. Gracias a ellos podemos levantarnos en la mañana y saber qué hacer primero: sin un relato de nuestra vida e identidad, todo sería absurdo, y comenzaríamos siempre por el medio o el final. Un relato es un soplo que anima la relación entre momentos, es un conjunto de elementos que gracias a nuestra memoria, imaginación y humanidad, cobra sentido y es más que solo el conjunto de las partes.  

El 9 de septiembre, es entonces, sólo un elemento; la perfecta excusa para contar una historia, un punto de partida que puede llevar a un lado insospechado. Ese es nuestro talento: contamos historias a partir de los datos.  

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