Second hand is the new black
mayo 22, 2025
Por Amelia Eguiguren
Periodista Narrativa by Cadem
La ropa de segunda mano le está haciendo la pelea a los grandes productores de moda. Este año, por primera vez, una plataforma de reventa lidera el mercado francés. Según un estudio reciente del Institut Français de la Mode (IFM), Vinted se convirtió en el principal minorista de ropa en Francia durante el primer trimestre de 2025, superando en volumen de ventas a gigantes como Amazon, Kiabi, H&M, Zara y Shein.
¿Por qué está pasando esto? Hay varias razones. Está el romanticismo de lo vintage, la búsqueda de estilo auténtico y el factor económico. Pero, sin duda, la conciencia medioambiental es la más repetida. La moda dejó de ser solo una expresión estética: hoy es también una de las industrias más contaminantes del mundo. Por eso, cada vez más consumidores están dando la espalda al fast fashion.
Marcas de todo el mundo –incluyendo algunas que históricamente han impulsado el consumo desmedido– han intentado subirse a esta ola con campañas de reciclaje textil, colecciones circulares y alianzas con plataformas de reventa. Sin embargo, el problema sigue siendo enorme. En el mundo se producen aproximadamente 2.500 prendas de ropa por segundo; de ellas, un 40% nunca se vende, y muchas terminan en vertederos o incineradas.
Lejos de ser una tendencia reciente, la ropa de segunda mano tiene historia. En Chile, la apertura de la primera tienda de ropa usada se remonta a 1976 en el sector de Patronato de manos del comerciante William Banduc, luego la ropa americana comenzó a llegar cerca de los años 80, en grandes fardos, y la primera tienda de ropa vintage fue Nostalgic, fundada en los años 90 por Paola Agulló, quien se inspiró en el movimiento vintage que observó en San Francisco y Nueva York. Abrió su primera tienda en el icónico barrio Bandera, marcando un hito en Sudamérica.
Hoy, ya está en todos lados. Según el estudio 5C de Cadem, la ropa usada es el segundo canal de compra preferido por las mujeres chilenas, y el tercero entre los hombres. Los principales compradores pertenecen a la Generación Z (1997–2012), jóvenes que no solo valoran el estilo, sino que también cuestionan el impacto ambiental de sus decisiones de consumo.
Comprar ropa de segunda mano no es solo un acto económico o de estilo: es una forma concreta de reducir la demanda de producción nueva y de frenar el ciclo de desperdicio textil. Con regulación, incentivos y conciencia, la ropa usada podría convertirse en un motor clave para una industria más sostenible, inclusiva y circular.
Pero incluso esta alternativa tiene sus complejidades: según el Observatorio de Complejidad Económica (OEC), en 2022 fuimos el mayor importador de ropa usada en Hispanoamérica, concentrando más del 90% del total regional. Cada año, alrededor de 59.000 toneladas de ropa usada ingresan por el puerto de Iquique, y se estima que unas 40.000 toneladas terminan abandonadas en el desierto de Atacama, específicamente en las afueras de Alto Hospicio, formando uno de los vertederos textiles más grandes del mundo.
La falta de regulación es parte del problema. Aunque la venta de ropa usada es legal en Chile, no existe una política clara para manejar las prendas que no se venden, lo que contribuye directamente a la acumulación de residuos textiles. El riesgo es claro: que incluso una solución sustentable como la reutilización se transforme en un nuevo tipo de desperdicio si no se gestiona con visión de largo plazo.