El fenómeno Cristina

junio 13, 2025

Por Amelia Eguiguren  
Periodista Narrativa by Cadem

Hoy viernes 13 de junio todos los diarios argentinos – y varios chilenos, peruanos, uruguayos y más– anunciaban la ola de protestas y manifestaciones que llegaron a cortar el tránsito en la ciudad de Buenos Aires. ¿La razón? El claro y ferviente rechazo a la detención de la expresidenta argentina Cristina Fernández.  

Fernández, condenada a 6 años de prisión e inhabilitada de por vida de ejercer cargos públicos, sigue movilizando a una parte importante de argentinos, quienes -pese a todo- mantienen su incondicional e irracional apoyo a su expresidenta. Pero… ¿a qué se debe este fenómeno? Para entender bien esta situación es necesario poner un mínimo de contexto.  

Cristina Fernández de Kirchner hoy es la heredera, líder indiscutida y figura simbólica del kirchnerismo, corriente política dentro del peronismo argentino que toma su nombre en veneración a su marido, Néstor Kirchner, quien fue elegido presidente –por primera vez- en 2003 y fallecido en octubre de 2010.  

Con una mirada rápida a la historia reciente de su país, se puede ver cómo el kirchnerismo ha tenido “secuestrada” a Argentina durante las últimas dos décadas. ¿Por qué secuestrada? Porque, a pesar de que su líder acaba de ser tildada como delincuente por la justicia argentina, sigue manteniendo su núcleo duro: más de un 30% de apoyo en el pueblo argentino. ¿Quiénes son esos argentinos? Principalmente personas que viven en el conurbano bonaerense, sindicatos, universidades públicas y sectores juveniles organizados.  

Para entrar en detalles, Cristina fue acusada de haber liderado una asociación ilícita y de haber cometido administración fraudulenta en perjuicio del Estado. En 2022 el tribunal no la condenó por asociación ilícita, pero sí por administración fraudulenta, al favorecer al empresario reconocido kirchnerista, Lázaro Báez, en la adjudicación de 51 obras públicas en la provincia de Santa Cruz, tierra natal de los K.  

Su condena fue apelada y llegó a la Corte Suprema, que la ratificó en junio de 2025, por lo que la sentencia quedó firme. ¿Está presa? No, está en libertad gracias a los fueros que tenía al ejercer como vicepresidenta del gobierno de Alberto Fernández, de quien tiempo después terminaría enemistándose con escándalo. Pese a esto, sus seguidores no están satisfechos, Argentina vive un momento de tensión entre el kirchnerismo y el resto de los argentinos.  

Más que una figura política, Cristina se ha convertido en un símbolo identitario para una parte significativa del electorado argentino. Lo que sucede con Cristina no es nuevo en la historia argentina: forma parte de un patrón más profundo, dentro del ser del argentino. Fenómeno similar es lo que sucedió con Eva Perón, esposa de Juan Domingo Perón, quien adoptó un personaje maternal y protector a favor de “los descamisados” y que fue llorada como una santa – Santa Evita- durante 3 días de duelo nacional en Argentina. Mucho más reciente es lo que sucedió con Diego Armando Maradona, figura profundamente contradictoria. Fue denunciado por violencia de género, reconoció tardíamente a sus hijos y se le conocían varias adicciones. Pese a todo, tras su muerte en noviembre del 2020, nuevamente se declaró duelo nacional: no era solamente un futbolista reconocido, era parte de la identidad nacional del país vecino. 

Hoy, el liderazgo de Cristina combina elementos de carisma, narrativa y promesas de justicia social que llegaron a sectores históricamente marginados en su país. Durante sus gobiernos fuertemente marcados por una política asistencialista, millones accedieron por primera vez a subsidios, empleos públicos, jubilaciones sin aportes y políticas de ampliación de derechos a costa de un profundo endeudamiento del Estado. Esa experiencia material, obviamente, se tradujo en fidelidad política. Además, el kirchnerismo supo construir un relato clásicamente populista –elite versus un pueblo oprimido- donde ella, increíblemente, representa al «pueblo» enfrentado a los «poderes concentrados»: medios de comunicación, empresarios e incluso la misma justicia. De hecho, hace unos días fue ella misma quien señaló: “El martes, cuando el triunvirato títere que funge como ficción de Corte Suprema de Justicia cumplió la orden de proscripción del poder económico contra mi persona, poniéndole un cepo al voto popular…” 

Yendo a los datos, según una encuesta realizada por la consultora argentina Casa Tres, el 56 % de los argentinos considera culpable a Cristina Fernández, frente a un 30 % que la cree inocente y un 14 % que no se pronuncia. Las diferencias por filiación política son marcadas: el 99 % de los votantes del PRO y el 97 % de La Libertad Avanza la consideran culpable, mientras que en el kirchnerismo el 95 % sostiene su inocencia. Entre los peronistas no kirchneristas, el 51 % la cree inocente, y en el progresismo el juicio está dividido: 48 % la absuelve, 43 % la condena. Estos datos revelan que, más allá de la sentencia judicial, el caso Cristina sigue siendo una disputa de sentido profundamente atravesada por la identidad y la narrativa. 

Esa dicotomía, alimentada por décadas, sigue viva y le permite sostener un núcleo duro de apoyo incluso en medio de escándalos como el actual. En ese sentido, el fenómeno Cristina no se explica solo por sus decisiones políticas, sino por su capacidad de encarnar emocionalmente una lucha social. Para sus seguidores, no es una acusada, sino una perseguida. Para sus detractores, no es una líder, sino un obstáculo. Y ahí radica su fuerza: en la polarización que genera, y en el mito que supo construir. 

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