Chile, porno y los programas de cocina
febrero 13, 2025
Por María José O’Shea
Directora ejecutiva en Narrativa by Cadem
Según las últimas cifras del estudio 5C de Cadem, el 35% de los chilenos declara haber consumido pornografía durante el último mes. De ellos, 54% son hombres y 16% son mujeres. La cifra es alta, pero de todas formas la percepción es que hay más consumo que el que se declara: el 61% dice que los chilenos consumimos “MUCHO” porno.
La pornografía -concepto de origen griego que plantea la representación (grafía) de la prostitución (porno)– es más vieja que el hilo negro. La literatura sostiene que hasta en el paleolítico había gráficas que rayaban en piedras los trazos del deseo oculto. Luego vinieron los libros ilustrados, después su destape en revistas, la pantalla grande hasta llegar al porno de bolsillo que tenemos hoy.
Hace un tiempo el escritor Matías Rivas expuso sobre el fenómeno del porno en el CEP. “Notas sobre el porno”, se llamó, y las revisité a propósito de las cifras recién conocidas. “Al menos para una generación el porno ha sido parte de la educación sentimental. Tiene funciones didácticas, en la medida en que muestra reiteradamente cómo se ejecuta el sexo con sus variantes más sutiles y brutales. De la pornografía se pueden aprender técnicas. Las rutinas del porno, semejantes una y otra vez, pueden ser vistas como tutoriales para aquellos que desean tener este tipo de experiencias. Eso hacen muchos jóvenes, no les queda otra para aprender a hacer lo que esperan de ellos”, dice Rivas.
Y claro. Antes había que pasar por al menos dos trances insoportables si querías saber de sexo. El primero era buscar alguien mayor, de confianza, para resolver las dudas de procedimiento. El segundo, robar una revista vieja al papá, tío o hermano grande para ver la imagen del sexo y archivarla todo lo que el tiempo aguante en la mente.
Nada de eso corre hoy. La clase está en el celular, las respuestas llegan antes que las preguntas, la imaginación no tiene espacio para volar. La presión por un cuadro plástico vigoroso probablemente angustia al joven aprendiz, quien en esta era solitaria poco se atreverá a poner en palabras su fracaso. Porque no es pura fibra, porque las piruetas que vio en el tutorial y quiso repetir no le salieron ni por asomo.
Ya con el tiempo se asume la realidad: se sabe que todo es mentira, que hay prótesis, dinero y falsedad de por medio, pero se sigue consumiendo. Vuelvo a las notas de Matías Rivas: “No sé dónde leí que ver pornografía es similar a ver programas de cocina: en ambos casos se ve a sujetos hacer cuestiones complejas que uno desearía hacer, pero que por incapacidad, flojera o lo que sea, no hace”, dice por ahí.
Chile aparece en el lugar número 19 de la lista de los 20 países más consumidores de porno –¿sabían que en España le dicen “nopor”?-, según acaba de revelar el estudio del sitio para adultos Pornhub. Superamos a Perú aunque tenemos casi la mitad de habitantes. Y los números del sitio están bastante más repartidos por género que lo que declararon en 5C de Cadem: 41% de los visitantes chilenos de pornhub es mujer.
Algunos datos a nivel global: la hora favorita para ver porno es de lunes a viernes entre 11 y 12 de la noche, el 90.5% del consumo es a través de celular, el tiempo promedio por visita es de 9 minutos con 40 segundos. El promedio de edad del visitante es de 38 años.
¿El segundo término más buscado? MILF. Lo curioso es el primero: HENTAI. ¿Quieres saber qué es? Básicamente, porno en animé.
Y eso ya es motivo para otro posteo.