Agua, flojera y cuestión de fe

abril 4, 2025

Por María José O’Shea

El lunes probablemente varios de ustedes vieron sus redes y aparecían sus amigos/as en versión dibujo japonés.  

Preguntaron de qué se trataba y, al enterarse que era una nueva función del ChatGPT, partieron a hacer la propia.  

La nueva función de la IA que dejó a medio mundo al estilo Studio Ghibli, plantea una serie de tensiones. De ellas, hay dos que aparecen entre las más relevantes. La primera tiene que ver con el consumo de agua.  

Han sido varios los papers científicos que hablan de la excesiva cantidad de agua que usan los sistemas. Según un informe de la Universidad de Colorado Riverside y la Universidad de Texas Arlington, cada imagen generada por IA puede consumir entre 2 y 5 litros de agua. Este consumo, aunque invisible para el usuario final, representa una carga significativa para los recursos hídricos, especialmente en regiones con crisis de agua. Y Chile no está exento de eso. 

De hecho, mientras este tema se instala en las conversaciones del mundo, desde Chile los diseñadores Manuela Garretón y Martín Tironi preparan la instalación Hybrid Ecologies: The Planetary Metabolism of AI para exponerla en la Bienal de Arquitectura de Venecia, en mayo próximo. La pieza busca visibilizar el impacto hídrico de la IA y, al mismo tiempo, cuestionar la visión del agua como un recurso inerte y meramente gestionable.  

La idea, han explicado los autores, plantea que al comprender el impacto material y ecológico que tiene el uso de la IA —que suele interpretarse como algo abstracto que sucede en “la nube”— se abren las puertas para proponer alternativas de colaboración entre las inteligencias naturales, humanos y tecnología para enfrentar la devastación climática. Lo que se busca con esto es instalar la sustentabilidad como concepto fundamental del desarrollo tecnológico que corre acelerado por estos días.  

Sin ir más lejos, el propio de Sam Altman, CEO de OpenAI -creador de ChatGPT- dijo en su perfil de X (Twitter) que tal fue el furor, que lograron sumar «un millón de usuarios en una hora», teniendo en cuenta que el lanzamiento de ChatGPT fue hace 26 meses y fue uno de los «momentos virales más locos» que jamás hayan visto, pues en ese entonces agregaron «un millón de usuarios en cinco días». 

Para intentar dimensionar el uso del agua, si el 10% de la población en Estados Unidos usara el chat semanalmente, el consumo anual de agua ascendería a más de 435 millones de litros, suficiente para abastecer a todos los hogares de un estado de un millón de habitantes. Estas cifras son anteriores a la generación de imágenes; fueron calculadas pensando que cada cien palabras, se usa medio litro de agua en chat GPT normal, y 1,4 litros en la versión .4. 

Con las caras de todos en versión dibujo japonés, los servidores colapsaron y aparecieron informes que aseguraban que Altman decía que los GPU estaban derritiéndose por la alta demanda.  

Ahora, no hay que ponerse beatos con esto: cada vez que abrimos una red social, estamos dejando una huella ambiental. Un estudio de la consultora CWR sobre clima, planteaba ya en 2021 que al sumar los usuarios activos de Facebook, Instagram, Twitter y LinkedIn -entonces 4.330 millones de cuentas- estas sumaban 262 millones de toneladas de CO2, que a su vez equivalen al lanzamiento de 2,3 cohetes al espacio al día. 

Vamos a la segunda preocupación, la cual tiene que ver con escasez, pero de otro tipo. Hablamos de la escasez de pensamiento, la escasez creativa. En un mundo hiperconectado, en el cual con apenas una pregunta podemos tener todas las respuestas/ soluciones del mundo, la sola acción de pensar se convierte en un desafío. Los niños ya no leen libros -buscan resúmenes en ChatGPT- impidiendo que sus cerebros transiten por los caminos reflexivos, creativos, enriquecedores, que ofrece la literatura.  

Los más grandes, en el mundo del trabajo, han optado por procesar todo lo que antes nos exigía activar la materia gris para dejarla descansando, inerte, mientras las máquinas piensan por nosotros (¿piensan?). 

El reemplazo del sicoanálisis por el chat, de la amistad, incluso de la vida en pareja, no debe dejar de preguntarnos sobre esta nueva dimensión de la humanidad. Cuánto de evolución hay, pero cuánto de involución. Y hasta dónde estamos dispuestos a abandonarnos a su comodidad. 

Casi como una gran paradoja, el padre creador de Studio Ghibli -autores de obras del cine como Mi vecino Totoro, El viaje de Chihiro o La tumba de las luciérnaga– ya lo habían anticipado. Por allá por el 2016, el criticaba una animación hecha por inteligencia artificial en la que un cuerpo se arrastraba por el suelo con movimientos grotescos. “Estoy completamente disgustado”, dijo Miyazaki. “Quien crea estas cosas no tiene idea de lo que es el dolor. No desearía incorporar esta tecnología a mi trabajo. Es un insulto a la vida misma”, agregó.  

“Siento que nos acercamos al fin de los tiempos. Los humanos estamos perdiendo la fe en nosotros mismos, el mundo va en mala dirección”, sostuvo. 

¿Será que tiene razón y estamos perdiendo la fe? 

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